Ayer, la administración Trump anunció planes para recortar el número de refugiados que permitirá venir a Estados Unidos a solo 7.500 (por debajo de los 125.000 del año pasado), al tiempo que da preferencia a ciertos grupos nacionales. Esto es más que un cambio de política, es un fracaso moral.

Durante generaciones, Estados Unidos ha sido un faro de esperanza para las personas que huyen de la guerra, la persecución y la violencia. Esta decisión viola no sólo la letra, sino el espíritu de la legislación estadounidense e internacional sobre refugiados, socavando décadas de liderazgo estadounidense. Abandona ese legado y sustituye la compasión por el cálculo.

Con más de 40 millones de refugiados en todo el mundo, Estados Unidos no puede elegir quién merece seguridad en función de la política.

Durante 25 años, CIRA ha ayudado a familias que huían de la guerra, la violencia y la persecución a reconstruir sus vidas con seguridad y dignidad. Hemos visto lo que sucede cuando las comunidades abren sus corazones, cuando los vecinos, los socios religiosos, las organizaciones sin ánimo de lucro y los gobiernos locales se unen para ofrecer un nuevo comienzo. Los refugiados fortalecen nuestras comunidades, nuestra economía y nuestra humanidad compartida.

En todo caso, la decisión de ayer no hace sino reforzar nuestro compromiso con los miles de refugiados que ya consideran Nebraska su hogar. Haremos lo que siempre hemos hecho: ofrecerles apoyo jurídico, servicios sociales y orientación mientras construyen sus vidas aquí.

Seguiremos impulsando un programa de refugiados que proteja a todas las personas y refleje las necesidades mundiales. Ahora es el momento de mantenernos firmes en nuestros valores y de liderar con valentía, de actuar con compasión y de garantizar que todas las personas que huyen del peligro tengan un lugar al que llamar hogar.